miércoles, agosto 20, 2008

La Sra. Pava

Autora: Lily García

Publicado en el periódico: Primera Hora


En abril pasado les conté acerca de una pavita real llamada Lulú que conocí en Miami.

Según me explicó una amiga en aquel momento, la pava llevaba años en esa calle de Coral Gables, y recientemente los vecinos habían decidido hacerla feliz trayéndole un novio. Le compraron un pavo real, pero durante meses Lulú se negó a cruzar la calle y entrar al patio donde la esperaba Fred (así le pusieron al novio). En aquel momento escribí que las cosas en la vida no pueden forzarse, que hay que darles su tiempo y que tal vez Lulú era feliz como era y no tenía interés alguno, a pesar de las buenas intenciones de sus vecinos, de someterse a la definición que ellos tenían de “felicidad.”

Esta semana, sin embargo, me llegó un correo electrónico desde Miami. En él me anunciaban que Lulú no solamente cruzó la calle, sino que se empató con Fred y pronto van a ser papás. Se la pasa sentadita incubando los cuatro huevos que le darán pavitos en cualquier momento. A pesar de que Fred llevaba meses chillando desde el otro lado de la calle, pero no fue hasta que Lulú estuvo lista que decidió cruzar. Porque fue ella la que cruzó, la que tomó la decisión, y la que escogió estar con Fred. Y lo hizo cuando ella quiso, no cuando los demás querían.

Me da la impresión que Lulú es una hembra emocionalmente madura y segura de sí misma. Le tomó su tiempo analizar las cosas, pero cuando tomó la decisión, no perdió tiempo en actuar.

El saber establecer un balance entre meditar o pensar las cosas, y tomar acción sobre ellas, es un arte. Hay personas que pasan años meditando sobre si tomar o no una decisión, y otras que no lo piensan dos veces para lanzarse de pecho. Ambos estilos son peligrosos, el primero porque resulta cómodo y nos permite posponer y seguir posponiendo con la excusa de que queremos “tomar la decisión correcta”.

El otro, el del impulso, tampoco es saludable porque aumenta las posibilidades de meter la pata. Por eso digo que establecer un balance entre ambas tendencias se convierte en un arte y en una característica bien importante de las personas que considero emocionalmente maduras.

Otra señal de madurez que podemos copiar de Lulú es que aparentemente ella entiende que podemos cambiar de opinión. De primera intención Fred no le interesaba, pero, finalmente, se dio la oportunidad. Y no quiero de ninguna forma restarle méritos a Fred que fue sumamente insistente a pesar de que ella siguió ignorando sus chillidos desde el patio todas las madrugadas durante meses. Nada, que la pavita cayó enredada en sus redes, o mejor dicho, en sus plumas.

¿Cuál será el futuro de Lulú y Fred? No lo sé. Leyendo acerca de los pavos reales me encontré con un dato que dice que éstos tienen una tendencia a la poligamia. Claro, como están solos en el vecindario hay una alta probabilidad de que continúen juntos hasta que la muerte los separe. Pero no puedo dejar de preguntarme qué pasaría si apareciera competencia. Esa sería la prueba de fuego para la madurez emocional de ambos.

En el caso de Lulú yo quiero pensar que no me defraudaría y se comportaría como toda una dama. Pero uno nunca sabe…

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