viernes, septiembre 07, 2007

Yo hago lo que sea

Autora Lilly García

Es posible que en estos momentos alguien cercano a ti esté sufriendo. Es posible también que en algún momento hayas pensado: “Yo haría lo que sea por evitarle a este ser que amo el dolor”. Si en algún momento estas palabras han cruzado tu mente, pon atención a esta historia de la antigua tradición espiritual de la India.

Cuentan de un hombre joven que padecía una dolorosa enfermedad. Sus padres lo veían consumirse sin poder hacer nada para salvarlo. Dentro de su ignorancia pensaban que aquella enfermedad era un castigo de los dioses por alguna mala acción, y le sugirieron al hombre que realizara algún tipo de sacrificio para aplacar la ira divina. El hombre pidió a sus padres que hicieran el sacrificio por él, y así los padres llegaron hasta el templo donde encendieron una vela y ofrecieron un humilde donativo.

El sacerdote del templo se acercó a la pareja para decirle que la única forma de aplacar la ira de los dioses sería ofreciendo un sacrificio mayor: “Un hombre debe ser matado”, dijo, “sólo entonces su hijo será liberado de la fiebre”. Los padres sabían que la única forma de conseguir un hombre sería comprándolo. Gente pobre y sin recursos al fin, llegaron hasta un prestamista, ofreciéndose ellos mismos como garantía con tal de conseguir el dinero para comprar una víctima. “Si no somos capaces de devolverlo, entonces nosotros nos convertiremos en sus esclavos”, le dijeron al prestamista. Y así consiguieron el dinero, y con ese dinero, compraron un esclavo.

La desesperada pareja llegó hasta el templo cargando con el hombre quién ignoraba completamente lo que sería su destino. El sacerdote preparó el altar para el sacrificio y ordenó a los padres hacer ellos mismos el sacrificio. Y así, aquella pareja asesinó a un hombre inocente sabiendo, además, que jamás podrían pagar al prestamista lo que le habían tomado prestado y que, por lo tanto, que ambos se convertirían en esclavos por el resto de sus vidas. Pero nada les importó con tal de ver a su hijo sano.

Tan pronto concluyó el sacrificio, un ángel se apareció para anunciarles: “Su hijo ha sido aceptado por mí”. Y los padres corrieron a la casa, ansiosos de abrazar a un hijo ya sano. Y cuenta la historia que al llegar se encontraron con la desgarradora realidad de que su hijo acababa de morir. Y así, totalmente desesperanzados, al poco tiempo murieron también ellos.

Y ustedes se preguntarán, ¿qué tiene que ver esta historia con nosotros? Mucho. En estos días en que escuchamos constantemente la frase “hacer justicia”, muchas veces me he preguntado ¿qué justicia? Esta historia, incluida en una de las más importantes enseñanzas ofrecidas por el Buda, nos habla de cómo el apego y el dolor nos pueden cegar hasta tal punto de empujarnos a hacer lo que sea por aliviar nuestras cargas. Y es ese “lo que sea” lo que nos impulsa a la venganza, al “ojo por ojo y diente por diente”, y a no querer ver las consecuencias trágicas que pueden tener nuestras acciones ciegas.

Cuidado con aquellos alrededor tuyo que te están incitando a que hieras a aquellos que te han causado dolor. Cuidado con aquellos que invitan a que robes para darles una mejor vida a tus hijos, a que insultes o humilles a aquel que te humilló, a que mates, física o espiritualmente, a aquel que te ha quitado algo que tú amabas. Cuidado con los malos amigos. La persona que te incita a la venganza, no importa quién sea, no importa cuánto parezca apreciarte, en realidad, te está hundiendo. No dejes que la ignorancia te ciegue, no permitas que la manipulación de otros te desvíe de lo que sabes que es correcto.

Comprendo que hay momentos en la vida en los cuales es casi inevitable encontrarnos arropados por el coraje y el sentido de impotencia. Pero es en ese momento que nos probamos como seres humanos. Ésas son las situaciones que nos llevan a ponernos de pie y a revaluar quiénes somos. Si para estar bien tú o aquellos que amas, tienes que hacer daño a otros o cometer actos que sabes que van en contra de tus valores, yo te pregunto, ¿vale la pena?

Puede ser que te parezca que la vida te está jugando sucio o que eres víctima de alguna injusticia, pero yo te aseguro que la “Justicia Divina” es una ley universal, y que de ella, nadie se escapa. Piensa con el corazón y siente con la cabeza antes de cometer un error del cual te puedas arrepentir el resto de tu vida. El ir en contra de tus valores nunca te dará ni paz ni felicidad, así que cuidado la próxima vez que te venga a la mente la fras, “yo haría cualquier cosa…”


Tomado del Periódico Primera Hora
Columna extraída desde Yo hago lo que sea

1 comentario:

Reivajss dijo...

piensa con el corazón y siente con la cabeza...