sábado, agosto 09, 2008

Marisol y los tres chinitos



Las figuras de tres chinitos adornan una de las tablillas de mi habitación desde hace poco más de un mes. Mi prima Marisol llegó cargando con ellas y con un montón de tereques más antes de mudarse de vuelta a Orlando. Y digo de vuelta, porque llevaba menos de seis meses viviendo en Puerto Rico cuando ella y su esposo se vieron en la obligación de recoger los bártulos y volver a saltar el charco. Todo comenzó el año pasado, cuando la economía comenzó a deteriorarse en EE.UU. y el esposo de mi prima perdió su trabajo en Orlando. Llevaban siete años allá, y aunque venían a Puerto Rico frecuentemente, habían hecho un grupo maravilloso de amistades y estaban felices en la Florida.

Afortunadamente, mi primo consiguió trabajo en Puerto Rico, así que, abiertos a una nueva etapa en su vida, pero algo tristes por lo que dejaban atrás, regresaron a la Isla. Alquilaron una casa, y dejaron la de Orlando con un “se vende”. Y así pasaron los meses. Y un día, sin explicación ninguna, los mismos que se habían traído a mi primo a trabajar con ellos lo dejaron sin trabajo. “Las cosas están malas”, fue la explicación que recibió tras el nuevo golpe. Y luego de semanas buscando una nueva alternativa, pensaron que era ridículo seguir pagando renta aquí cuando tenían una casa allá que todavía no se había vendido. Y comenzaron a empacar de nuevo.

Y así llegó Marisol a casa con sus bártulos. Sus casas siempre han estado llenas de cosas lindas. “Tengo demasiadas cosas, me dijo, así que aquí te traigo unas cuantas para que las repartas con tus hermanas”. Lo primero que me enseñó fueron los tres chinitos. Uno de los chinos era viejito, el otro, de edad mediana, y el tercero jovencito. “Representan el pasado, el presente y el futuro”, me explicó mi prima. “El problema es que el presente está roto, ¿ves aquí?”, y me señaló mientras me entregaba cuidadosamente el pedacito que se le había desprendido. “Se rompió, pero se puede arreglar”.

Mi esposo me arregló la figura y ahora las tengo en mi dormitorio. Cada vez que paso frente a ellas, pienso en Marisol. Recuerdo cuando enviudó a sus treintipico de años con tres niños pequeños. Durante los difíciles años que siguieron, perdió también a su padre, y más recientemente a su hermano, mi primo. En medio de los momentos más difíciles de su vida, siempre ha tenido una sonrisa y sus palabras siempre han estado marcadas por una dulzura y una fortaleza envidiables. Ha llorado mucho, pero se ha secado las lágrimas y ha continuado caminando porque como ella bien dice: “Hay que reinventarse. Dios sabe por qué hace las cosas”. Después de todo lo que ha pasado, ¿qué significan para ella dos mudanzas en seis meses? En realidad, no mucho.

Es posible que Marisol se esté enterando ahora de que es una de las personas que más me han inspirado en mi vida. Hace unos días hablé con ella. Se preparaba para recibir a su hijo, su nuera y su nieto, quienes iban a viajar desde Miami a visitarlos a Orlando. Se reía contándome que iba a ser como un camping porque todavía no les ha llegado la mudanza, así que están durmiendo en colchones inflables. Y pensé en los chinitos y en sus palabras. “El presente está roto, pero lo puedes arreglar”. Sí, así es, prima querida, el presente es lo único que podemos arreglar.



Escrito por: Lily García

Publicado en: Periódico Primera Hora

1 comentario:

Reivajss dijo...

simple.. y muy, muy cierto.
si podemos elegir cómo afrontar las cosas... por qué no hacerlo con una sonrisa?